Los caballeros templarios (1ª parte). Origen y antecedentes

QH88 Historia Militar Internacional de todas las epocas.

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Los caballeros templarios, el Temple, una de las órdenes religiosas de carácter militar más novedosas y, por qué no, revolucionarias de la Historia.

Los templarios mantenían la presencia cristiana en Oriente junto a los teutónicos y a los hospitalarios a costa de numerosos sacrificios al declinar el espíritu cruzado. Persistiendo en su falta de realismo poniendo la reconquista de Jerusalén y la posesión del Santo Sepulcro por encima de sus intereses y de su seguridad. Se consideraron hasta el final caballeros de Dios, honra de la Iglesia y de la Cristiandad y mostraron un arrojo enérgico frente a una situación desastrosa e incluso desesperada.

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Cruz Templaria

Cruz Templaria

Desde su caída en 1307, la mayor parte de los autores de libros sobre los templarios, sólo se han preguntado si los templarios eran culpables, no si eran inocentes, empañando para siempre la gloria de los templarios. No hay necesidad de recurrir al esoterismo y a la charlatanería para justificar el silencio y discreción de los templarios, por lo demás, común a todas las órdenes religiosas, ni tampoco a la alquimia para descubrir la fuente de las riquezas templarias. No faltan documentos de la época que retratan fielmente las actividades de la orden: cartas de donaciones, de compras e intercambios, contratos de préstamos, registros bancarios, transacciones y arbitrajes en la gestión de dominios dispersos y la percepción de los más diversos derechos.

Los apartados que a continuación se irán explicando, tienen su base en la regla del Temple, hay que advertir que se compone de cuatro partes cronológicamente diferenciadas:

-Regla Primitiva, aprobada por el Concilio de Troyes en 1128.
-Retractaciones, que forman un compendio de usos y costumbres de la orden y fechado en 1165.
-Estatutos Jerárquicos, que tratan principalmente de las ceremonias, entre 1230-1240.
-Consideraciones,, que tratan de la disciplina, faltas, gradaciones de penas y ejemplos jurisprudenciales, y que datan de 1257 y 1267.

Este conjunto formaba un auténtico código de derecho no fijado a formulas abstractas, sino que estaba en evolución permanente.

Después de todo, lo que interesa, más incluso que su caída, es la aventura que durante dos siglos corrieron los templarios en la tierra, el audaz monje-caballero que apareció en el brutal y cruel mundo de entonces. Con la cabeza desnuda, barbados y rapados, con sus mantos blancos con la cruz roja flotando sobre sus hombros como alas de ángeles, morían uno tras otro, saltando sobre sus caballos árabes, de combate en combate con una espada clavada en el corazón; su misión sólo tenía un fin del que todo interés humano estaba desterrado: su salvación eterna y el honor de la cristiandad.

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Diferentes tipos de soldados Templarios

Diferentes tipos de soldados Templarios

Antecedentes

La I Cruzada predicada por Urbano II en 1095, levantó una adhesión masiva y entusiasta. La cruzada militar se puso en movimiento en el año 1097, realizando cuatro itinerarios según los puntos de reunión: Godofredo de Bouillón pasó por Hungría y Bulgaria; Roberto de Flandes por los Alpes e Italia; Raimundo de Saint Gilles-Toulosse por Italia, Dalmacia, Albania y Salónica y Bohemundo de Tarento y su sobrino Tancredo llegaron por mar.

Tomaron al asalto Jerusalén el 15 de junio de 1099, una vez tomada los cruzados volvieron en masa a Europa, Godofredo de Bouillón que había rechazado ser rey de Jerusalén, aceptando el título de Procurador del Santo Sepulcro, decidió quedarse en el protectorado con trescientos caballeros y algunos millares de hombres a pie, un puñado de hombres frente a los musulmanes, que se encontraban divididos, y que todavía no habían comprendido que los francos les hacían una Guerra Santa.

Durante el gobierno de Balduino II, la falta de efectivos paraliza todas las iniciativas francas, colocándoles en una situación trágica en caso de derrota e impidiéndoles explotar a fondo sus victorias, la inseguridad era total en el pequeño reino, los caminos estaban infestados de bandidos y asesinos, podemos imaginar los riesgos de aquellas gentes en aquella época que marchaban a Jerusalén y es justo aquí cuando interviene Hugo de Payens, el primer maestre de la orden que estaba a punto de nacer.

El Papa Urbano II predica la Primera Cruzada, en la plaza de Clermont

Algunos caballeros gratos a Dios

Mientras que muchos cruzados sólo soñaban con volver a sus hogares dejando Jerusalén y Tierra Santa a merced de los musulmanes, y otros buscaban establecerse en algún señorío o se hacían fuertes en sus castillos, un grupo de voluntarios con Hugo de Payens al frente, decidió quedarse. Eran caballeros que no pedían más que la autorización para escoltar a los peregrinos, vigilar los caminos en sus tramos más peligrosos y, si se presentaba la ocasión, echar una mano al rey de Jerusalén.

El obispo de San Juan de Acre, Santiago de Vitry, lo relataba en el peculiar estilo de la época:

«Tras estos acontecimientos y mientras que ricos y pobres, jóvenes y doncellas, viejos y niños acudían a Jerusalén de todas partes del mundo para visitar los Santos Lugares, bandidos y salteadores infestaban los caminos públicos, tendían emboscadas a los peregrinos que avanzaban sin desconfianza, despojando a gran número de ellos e incluso masacrando alguno de ellos. Caballeros agradables y devotos de Dios, ardientes de caridad, que habían renunciado al mundo y se habían consagrado al servicio de Cristo, hicieron profesión de fe y votos solemnes bajo las manos del patriarca de Jerusalén, a defender a los peregrinos de estos bandidos y hombres sanguinarios, a proteger los caminos públicos, a combatir por el Rey Soberano viviendo -como canónigos regulares- en la obediencia, en la castidad y sin propiedades. De todos ellos, los principales fueron dos hombres venerables y amigos de Dios: Hugo de Payens y Godofredo de Saint-Omer. Al principio sólo fueron nueve los que tomaron una resolución tan santa. Sirvieron bajo el hábito seglar durante nueve años llevando los vestidos que los fieles les daban a título de limosna. El rey, los caballeros y el señor patriarca, henchidos de compasión por estos nobles que habían abandonado todo por Cristo, les mantuvieron con sus propios recursos y seguidamente les confirieron algunos beneficios y algunas propiedades por la salvación de sus almas. Como todavía no tenían iglesia a la que pertenecer ni residencia fija, el señor rey les concedió por un tiempo una pequeña habitación en una parte de su palacio, cerca del templo del Señor. El abad y los canónigos del mismo templo les dieron también para las necesidades de su servicio el lugar que poseían junto al palacio del rey; como desde entonces tuvieron su morada cerca del templo del Señor, enseguida fueron denominados caballeros del Temple…»

Guillermo de Tiro, un poco menos elogioso en su crónica, sostiene que cuando hicieron profesión de fe les «fue encomendado por el señor patriarca y por los demás obispos, trabajar con todas sus fuerzas para la remisión de sus pecados, en la protección de senderos y caminos.» Sostiene también que, al cabo de nueve años, los caballeros de Hugo de Payens seguían siendo nueve, algo que se utiliza por diversos autores como prueba de que en realidad su cometido era otro y no la protección de los peregrinos ¿Que otro cometido refieren? El Grial, Arca de la Alianza y una gran variedad de temas de índole religioso, esotérico y místico. Pero hay que decir que Guillermo de Tiro detestaba a los templarios y siempre busco minimizar su papel en Tierra Santa.

Eran ya monjes soldado, pero sin ningún distintivo, sin bienes y sin jerarquía ni prerrogativas de ninguna especie. Estaban al margen de la sociedad laica (en virtud de su profesión de fe) y de la Iglesia (a pesar de que habían profesado) porque iban en ropas de guerra y vertían sangre. Este dualismo resultaba inquietante pero para las gentes de la época, eran un ejemplo a seguir por su ejemplo y abnegación.

Como caballeros de Dios a perpetuidad o cruzados permanentes, encarnaban a la perfección el ideal caballeresco en su faceta más refinada e intransigente. El antiguo precepto de caballería recomendaba evitar todo trato con los traidores, proteger a los débiles, respetar los ayunos y las abstinencias, oír misa todos los días, evitar el orgullo, permanecer casto de cuerpo y espíritu y verter sangre por defender a la Iglesia. Los caballeros templarios quisieron mantener la apuesta de conciliar fe y honor. Los caballeros templarios encarnaban el modelo de caballero que la Iglesia siempre había intentado conseguir, por otro lado, los demás caballeros se dieron cuenta que el grupo de caballeros de Hugo de Payens era la élite a seguir.

Pero ¿quién fue el individuo que tuvo la idea de esta caballería monástica? Apenas hay información sobre él, salvo el de ser el inventor de los templarios y su primer maestre. No obstante se sabe que era un caballero de la región de Champaña de cierta relevancia, su nombre figura en dos documentos de Hugo de Troyes en calidad de testigo, fechados en el año 1.100.

Ocurre lo mismo con los demás compañeros de Hugo de Payens, su lugarteniente Godofredo de Saint-Omer, del que sólo se sabe que era un caballero flamenco, pero también se sabe que había caballeros que servían a plazo fijo: en 1.120, Fulquer de Angers figuraba entre los «cofrades» del Temple, en 1.126 Hugo de Champaña se hizo templario, Hugo de champaña será una pieza importante para la consolidación de la naciente orden del Temple al ser intimo amigo de san Bernardo de Claraval, y cuya autoridad era inmensa en los medios eclesiásticos y cultivados de la época.

En un primer momento, momento muy breve, el rey Balduino II hospedó a los monjes-soldado en una sala de su palacio de la mezquita de El-Aqsa, sobre la enlosada explanada de lo que entonces se conocía como Templo de Salomón. En 1.120 el rey transfiere la residencia real a la Torre de David, más fácil de defender y fortificar, dejando a disposición de los templarios por su incremento de miembros su antigua residencia, prueba evidente de que entonces ya eran más de nueve un año después de su creación. Fue aquí donde se estableció la casa presbiterial de la orden, de donde, de Milities Christi pasaron a tomar el nombre de caballeros del Temple.

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Balduino II cediendo el Templo de Salomón a los templarios Hugues de Payns y Godofredo de Saint-Homer

Balduino II siempre escaso de efectivos militares, comprendió perfectamente el beneficio de la naciente orden, nada menos que un pequeño ejército permanente, un cuerpo de élite susceptible de intervenir a la primera señal. Apoyó la iniciativa de Hugo de Payens con todo su poder e inteligencia, que no era poca, y les procuró todos los medios necesarios ya que los templarios no existían institucionalmente. Si se deseaba que el Temple prosperara y que su reclutamiento no fuera local, había que interesar en ello a Occidente y obtener en primer lugar la aprobación del Papa.

En otoño de 1.127 Balduino II envió a Hugo de Payens y algunos de sus compañeros a Europa con cartas de presentación. El Papa Honorio II le escuchó con benevolencia y deferencia, pero según el método romano evitó tomar partido antes de consultar a las órdenes monásticas que eran las principales interesadas, ya que los templarios querían ser conventuales. La formula presentaba un grave problema desde el punto de vista canónico, no tenía precedentes en ningún período de la Historia, era completamente nueva y de inspiración totalmente francesa. Todavía nadie había imaginado que los monjes pudieran repartir su tiempo entre la oración y la guardia, o entre los oficios y los combates y mucho menos que los monasterios fueran al mismo tiempo fortalezas vigiladas militarmente. De ahí la perplejidad de Honorio II que, sin menospreciar la utilidad de los templarios y las buenas intenciones de su creador no sabía en qué clase colocarles, ni a qué orden ligárles. Como consecuencia encargó el asunto al mariscal Mateo de Albano, y en 1.128 fue nombrado legado pontificio en Francia, por su parte Hugo de Payens entró en contacto con san Bernardo de Claraval siguiendo las instrucciones y consejos de Balduino II. Gracias a san Bernardo la orden dio un paso de gigante y la Champaña se convirtió en la cuna de la orden y en su trampolín en Occidente. Él se encargó de organizar el concilio y eligió la ciudad de Troyes como lugar de reunión, poniendo en la balanza toda su autoridad, su inteligencia y su corazón a favor de los templarios.

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Bernardo de Claraval

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