Inglaterra Prevalece. La Emergencia Malaya 1948-1960 (Parte 1)

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Luego de la Segunda Mundial, comienza la Guerra Fría, el enfrentamiento entre el bloque Occidental y el bloque soviético por el control global. En este nuevo escenario fueron muy relevantes las colonias europeas. Esta es nuestra primer entrega de una serie acerca de la lucha de la Commonwealth contra la insurgencia comunista durante el estado de emergencia en la península malaya.

La Península Malaya Hasta 1945: Imperios En Asia.

“La de Singapur ha sido la peor derrota y la capitulación más importante de toda la historia del Imperio Británico”. W. Churchill 1942

La península malaya, coronada por la espléndida joya que representaba la gran base naval de Singapur, era desde el siglo XIX una de las posesiones más valiosas del imperio Británico, la pieza esencial de su próspero comercio con China. Un comercio que justificaba, por si mismo, la presencia inglesa en Asia. Desde 1786, la Compañía Británica de las Indias Orientales se había asentado en la zona para asegurar su prospera ruta hacia el Celeste Imperio. Durante las guerras napoleónicas aprovecharon la debilidad de los holandeses para aumentar su control del territorio, hasta que en 1824, un tratado anglo-holandés clarificó las respectivas zonas de influencia. Dentro de la reorganización consiguiente, los ingleses unificaron administrativamente sus dominios bajo la denominación “Asentamientos de los Estrechos”

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Mapa de Malasia

En 1867, con la desaparición de la Honorable Compañía de las Indias Orientales tras el motín de los Cipayos, el territorio dejó de depender de la India para convertirse en una posesión de la Corona británica. Desde este momento, la colonia pasó a ser administrada directamente desde Londres. Su importancia solo había aumentado gracias a dos guerras del opio, que la convirtieron en gozne fundamental del narco-imperio británico en Asia.

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Bandera de los Estados Federados de Malaya

Los territorios aumentados y unificados fueron convertidos en 1896 en una colonia denominada “Estados Federados de Malaya”. Supuestamente consistía en una serie de sultanatos musulmanes independientes (Que solo conservaban íntegros los poderes en materia religioso y de costumbres) que se asociaban bajo un gobierno unificado y presidido por la figura de un Alto Comisionado, que era también el Gobernador Imperial para los asentamientos de los Estrechos (El único territorio que Gran Bretaña reconocía directamente bajo su control absoluto). Entre 1906 y 1914, 5 estados más fueron apartados del control de Siam (Thailandia) y se convirtieron en los “Estados No Federados”.

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Líderes malayos en la primera conferencia de laos Estados Federados

Inglaterra estaba merecidamente orgullosa de aquellas posesiones. Y tenía muchos motivos. Durante la PGM, los Estados Federados de Malaya sufragaron el coste íntegro un acorazado de la Clase Queen Elizabeth, la clase de buques más poderosos y por tanto de precio más elevado en aquel momento, que sería bautizado “HMS Malaya” en honor de su generosidad. Como recuerdo de su devoción, el acorazado combatiría en Jutlandia llevando como pabellón individual la bandera de la leal colonia. Fue el único buque al que se permitiría esta peculiaridad en la Gran Flota.

Mientras, los nativos malayos estaban satisfechos con su vida tradicional como pescadores y agricultores. Se asentaban en núcleos de población situados en las costas o en los estuarios de los grandes ríos y no mostraban interés por convertirse en asalariados de los capitalistas ingleses que habían aparecido en sus vidas sin ser invitados. Pero la economía de explotación que los británicos deseaban establecer exigía una mano de obra abundante en la que los malayos no querían convertirse. Por eso los británicos incentivaron la inmigración de Cingaleses (Tamiles) y Chinos, al igual que en otras muchas de sus colonias. A otro nivel, se incentivó la inmigración de indios, hindúes y musulmanes, para ocupar los puestos administrativos y técnicos de bajo nivel en la Policía, Correos, Transportes…Malaya se integraba, también en su elemento humano, en el inmenso Imperio Británico.

Alentados por los ingleses y su necesidad de mano de obra, los chinos llevaban llegando en gran cantidad a la Península Malaya desde mediados del Siglo XIX. Pero entre finales de ese siglo y los años 20 del siglo XX esa migración se había disparado. Los chinos no veían la Península Malaya como un destino de emigración definitivo, sino como un lugar, relativamente cercano, donde acumular un poco de riqueza antes de regresar definitivamente a China. China ya era entonces una potencia superpoblada, y millares de trabajadores chinos estaban siempre disponibles para los trabajos más penosos, como demuestran sus prodigiosas cifras de muertos durante la construcción del Canal de Panamá. (Entre 22.000 y 25.000 trabajadores, la mayoría de origen chino, murieron durante el fracasado intento francés de construcción del Canal)

No obstante, la crisis del 29 implicó que la Península Malaya no pudiese seguir acogiendo el excedente poblacional chino. Ese fue el motivo de que en 1930 se dictase la primera ordenanza malaya restringiendo la inmigración. Si bien se consiguió reducir la inmigración de varones chinos de unos 200.000 anuales a menos de 15.000, la legislación no impuso ningún límite a la inmigración femenina. Esto implicó una llegada masiva de mujeres chinas, que lógicamente empezaron a emparejarse con los varones de su etnia, permitiendo que estos formasen familias y se planteasen asentarse definitivamente. Así que durante los años 30, el perfil del inmigrante chino cambió, y con él, el perfil de la población local. Desde finales de los años 30, durante los 40, y aún durante la ocupación japonesa, las hambrunas en las mal abastecidas ciudades de China y el caos de la guerra con Japón, habían implicado una inmigración informal, no sometida a ningún control, que había elevado hasta 300.000 a los ilegales chinos residentes en Malaya para 1945 y que quizás doblase ese número en los tres años siguientes.

Esta rentable colonia aún resultaba más importante y tentadora para el vecino imperio japonés a principios de los años 40, ya que ambicionaba en ella unas riquezas en materias primas que resultaban desesperadamente necesarias para su pujante industria y su supervivencia como gran potencia: El caucho y el estaño que abundaban allí como en ningún otro lugar de Asia. No solo eso. En el periodo que va del inicio del apoyo británico a la Urss, el 2 de Agosto de 1941, hasta la caída de Singapur, en Febrero de 1942, se calcula que Inglaterra pudo enviar a la URSS tanto como 600.000 toneladas de caucho y hasta 30.000 de estaño. El caucho era tan importante, que el primer convoy ártico que alcanzó Arcángel el 31 de Agosto de 1941, transportaba 10.000 toneladas de esta materia prima esencial. Una cantidad muy superior a la de cualquier otro equipamiento a bordo. (El caucho era una necesidad esencial para los soviéticos, y de la que no tenían reservas disponibles, ya que su tratado de no agresión con el III Reich le había vetado el acceso a esta materia prima, bajo control Holandés y Británico, que no deseaban verla en manos de su enemigo militar).

Estas eran unas cantidades preciosas de materias primas que la conquista japonesa de Malasia pondría en manos del Eje. De hecho, su importancia estratégica era tal, que sería una de las materias primas más abundantes entre la carga de los burladores del bloqueo germanos e italianos que mantuvieron un débil contacto comercial con Oriente durante los primeros años de la guerra. (Y que luego se mantuvo, más débilmente aún, a bordo de submarinos)

La Ocupación Japonesa

Tras librar una campaña desastrosa, llena de errores de juicio y de mala planificación, el poderoso ejército británico firmó una humillante capitulación en su bastión de Singapur. Los invencibles señores europeos eran vencidos de nuevo por los orientales, como en Tsushima. Y los nativos no dejarían de tomar buena nota de ello.

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Tropas japonesas se mueven por las calles de Kuala Lumpur, en su avance por Malasia.

Tras su rápida conquista los japoneses sustituyeron a los ingleses en el gobierno de la colonia, colocándose en la cima de una pirámide de grupos étnicos que antes habían estado sometidos a los europeos. Si bien aceptaron la organización estratificada diseñada por los británicos, su forma de gobernar sus recién adquiridas colonias se basaba en ganarse el apoyo de los nacionalistas locales, en este caso los malayos, alegando una supuesta solidaridad asiática. Para ello, se les concedió cierto grado de soberanía y vagas promesas para una futura independencia dentro de una Gran Indonesia que se crearía tras la victoria definitiva sobre los occidentales. Lo cierto es que los británicos habían practicado, en alguna medida, una política parecida, proclamando desde 1870 que Malaya era un territorio perteneciente a los malayos, y que los chinos no formarían nunca parte de su gobierno ni su administración. Estas declaraciones pretendían calmar el resentimiento de los nativos originarios frente a la masiva inmigración desde China promovida por los gobernantes británicos a demanda de los propietarios de las plantaciones y las minas. Pero lo cierto es que los británicos no se habían quedado en las meras declaraciones. Para 1930, el 10% del funcionariado que administraba la colonia (Malayan Civil Service) era nativo. Demostrando una notable lealtad a sus propios intereses, casi todos estos funcionarios colaboraron con los japoneses durante su ocupación.

Conforme a sus planes imperiales, los japoneses influyeron poco en el gobierno de los sultanatos locales y se dedicaron simplemente a aprovechar las riquezas locales en su beneficio, como habían hecho antes los británicos. En lo que si diferían de estos, era en su hostilidad manifiesta hacia la población china. Los japoneses no exceptuaron a Malasia de su política de salvaje represión hacia esta etnia, a cuyos miembros sometieron a todo tipo de abusos, confiscaciones de propiedad y represalias. La cifra de chinos ejecutados durante la ocupación se calcula en 40.000 personas. En cualquier caso, los chinos malayos ya se habían organizado en el periodo de preguerra con algunas actividades de apoyo económico a la resistencia china contra Japón, y ante un nivel de hostilidad tan brutal, aprovecharon esas redes previas, todas imbricadas de algún modo por el partido comunista (Surgido en los años 20 en Malaya), para organizar una resistencia activa contra los ocupantes japoneses. Apoyados logísticamente por los británicos que les proporcionaron armas y equipo, los chinos formaron el Ejército Popular Malayo Antijaponés, que era abiertamente comunista y que constituyó una fuerza efectiva de resistencia frente a la ocupación nipona. Sus efectivos son difíciles de calcular, pero se evalúan quizás en tanto como 7.000 combatientes, aunque pocos de ellos dispondrían de armamento. La población malaya, a pesar de que el conflicto trajo pobreza y humillaciones, como la cesión de territorios a los Thailandeses (Los territorios no federados) no se mostró nunca hostil de forma activa a los nuevos ocupantes.

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EL nEjército Malayo Anti Japonés, las fuerzas guerrilleras del Partido Comunista

El ejército popular malayo se abasteció de armamento abandonado tras los combates, o de antiguos depósitos británicos. No en vano, durante el asedio de Singapur, oficiales británicos habían establecido contacto con Lai Teck, el líder del partido comunista malayo, recomendándole que disgregase a sus hombres y proporcionándole información y recursos para organizarse de cara a una larga resistencia.

Junto a los hombres de Teck permaneció Freddie Spencer Chapman, un aventurero y explorador que instruyó a los comunistas en tácticas de guerra irregular y que organizó sus ataques contra las líneas de comunicación japonesas. Chapman había sido el encargado de establecer un campamento en Singapur destinado a entrenar a elementos locales en tácticas de guerrillas para que combatiesen a los japoneses tras una previsible ocupación del territorio tras la inminente derrota británica. No obstante, su misión se vio imposibilitada por el gobernador de Singapur, por lo que Chapman regresó al frente y dirigió incursiones contra los japoneses. Tras la caída de la plaza, Chapman se mantuvo operando en la retaguardia japonesa, y les combatió con dureza mientras dispuso de munición y equipo. Al agotar estos, decidió unirse a los comunistas.

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Freddie Spencer Chapman entrenó a las guerrillas malayas

Aunque Chapman carecía de radio o forma de contactar con los británicos, era reconocido por los comunistas como una especie de enlace oficial. Un joven chino, amable y educado, Chin Peng, era su oficial de enlace. Todos los compañeros de Chapman fueron muriendo por enfermedad o en acciones contra los japoneses.

Varios intentos de infiltrar agentes nativos o británicos para establecer contacto con Chapman fracasaron. Solo a finales de 1943 consiguieron contactar con él dos oficiales de la Fuerza 136, pero fue imposible establecer un contacto regular con el ejército británico hasta 1945. Gracias a una radio estropeada reparada con piezas capturadas a los japoneses, Chapman organizó el abastecimiento de las fuerzas comunistas mediante lanzamientos en paracaídas con los que recibieron gran cantidad de suministros, lo que les permitió organizar acciones más agresivas contra los japoneses.

El Regreso De Los Británicos Y La Crisis Del Colonialismo 1945-1948

“Me es indiferente que los oficiales japoneses pierdan el respeto de sus hombres si entregan sus sables. Me es indiferente que amenacen con suicidarse si les obligo a entregar sus sables. Han perdido. Que los entreguen.” Lord Louis Mountbatten de Birmania. Comandante Aliado para el Sudeste de Asia.

Mountbatten planificó las formalidades de la victoria en Asia con cuidado. Al fin y al cabo era su victoria, y pretendía exorcizar con ella las humillantes derrotas británicas en Oriente (Así como el modo en que Stalin le había ninguneado en Postdam, negándole incluso el permiso para viajar a Asia a través de la URSS). Por ello la capitulación se celebraría en el mismo lugar de la gran derrota británica: Singapur. Allí habían concentrado los japoneses sus principales fuerzas, preparando una resistencia desesperada a la que tuvieron que renunciar por orden del emperador (Por si sus oficiales les ocultaban los deseos de su divino monarca, su discurso de rendición era retransmitido continuamente desde la India por las frecuencias de radio comercial) Los japoneses también prepararon la rendición según su propia tradición militar. La noche antes de la llegada de los aliados, 300 oficiales japoneses celebraron una desenfrenada fiesta de despedida en el lujoso hotel Raffles. Cuando terminó, ebrios de sake, se suicidaron arrojándose granadas de mano unos a otros. 200 de sus hombres abandonaron sus unidades y se unieron a las guerrillas comunistas, que abandonaron rápidamente cuando fueron informados de que estas no tenían ningún plan preparado para luchar contra los británicos cuando regresasen. Un puñado de estos hombres se ocultaría en las junglas, manteniendo una guerra privada y solitaria durante tres años, para unirse después a los comunistas malayos tras la apertura de las hostilidades.

Los enemigos de ayer se convertían en los aliados de hoy.

El 28 de Agosto de 1945, los británicos comenzaron a desembarcar en la península malaya. El 4 de Septiembre alcanzaron Singapur, donde los japoneses no ofrecieron ninguna resistencia, pese a lo esperado. Ese día, el general Itagaki firmó, a bordo del crucero pesado HMS Sussex, la rendición de los 77.000 soldados japoneses en Singapur y de los otros 26.000 que aún ocupaban la península Malaya. El 12 de Septiembre, con la situación asegurada, Lord Louis Mountbatten llegó a Singapur para un acto más formal, en el que recibió la rendición del Grupo de Ejércitos Expedicionario Japonés del Sur, con Itagaki representado a su agonizante comandante, el Mariscal Conde Hisaichi Terauchi, que no podía desplazarse. La rendición de este se formalizaría más tarde en Saigón. Para representar adecuadamente la ceremonia de rendición, el Conde entregó una reliquia familiar, una wakizashi forjada en el siglo XV (1). Fue la más valiosa entre los cientos de espadas que fueron entregadas a los ingleses por los oficiales nipones durante las masivas rendiciones de los ejércitos japoneses en Asia Continental. (Había casi 600.000 soldados japoneses desplegados en el Sudeste Asiático)

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Los japoneses se rinden a los británicos en Kuala Lumpur, 1945

Con el fin de la guerra alcanzaron la colonia los vientos de cambio que transformaban el mundo. Las Naciones Unidas prometían democracia, la nueva superpotencia norteamericana proclamaba su compromiso anticolonial y el gobierno laborista de Londres ofrecía una nueva forma de relacionarse con los pueblos del Imperio (Comenzando por la independencia de la cercana India). Por eso los ingleses ofrecieron a su recuperada colonia un plan que prometía la independencia en un plazo razonable (Entre 20 y 25 años) y un periodo de transición en el que los nativos asumirían competencias a través elecciones democráticas y abiertas que asegurasen un gobierno representativo con derechos idénticos para todas las etnias en una nueva nación organizada superando los antiguos sultanatos y basada en una ciudadanía común e igualitaria. Se trataba de una decisión basada en la nueva situación internacional, en un compromiso auténtico de los laboristas y también, de alguna forma, en un reconocimiento tácito de que los británicos comprendían que los chinos, siempre postergados, eran los únicos que habían hecho algo a favor del retorno de los europeos al territorio al combatir abiertamente a los japoneses. Por eso en 1946 se declaró la fundación de la Unión Malaya, que excluía Singapur (2) y que superaba la organización en sultanatos. Pero esta medida se percibió como lo que era, una sanción y una amenaza contra los malayos, que estarían en igualdad de condiciones con la creciente población china dentro de lo que consideraban su territorio. Los intelectuales nacionalistas y las elites se negaron en redondo a aceptar una medida que no solo les privaría del poder absoluto, sino que potencialmente les pondría al servicio de una etnia extranjera. Y los sultanes musulmanes, la única forma de poder organizado que los británicos habían tolerado, se opusieron cerradamente a permitir un sistema político laico diseñado para amparar a unos infieles. Ante la posibilidad de una potencial explosión por parte de los malayos, y demasiado deseosa de mantener sus privilegiados vínculos económicos con el territorio, vitales para asegurar su necesaria y complicada recuperación económica, Gran Bretaña cedió, y permitió que la nueva organización de la futura nación independiente tomase como base la de los sultanatos, confesionalmente musulmanes y étnicamente malayos, a los que se les delegaron las competencias jurídicas y de gestión de asuntos menores, negándole a los chinos incluso el derecho a la nacionalidad plena. Se denominó a esta nueva organización el “Acuerdo de Federación” y entró en vigor en 1948.

Malasia sería gobernada por los malayos. Exclusivamente por los malayos.

Como si los chinos fuesen una minoría inofensiva que podía olvidarse sin más. Pero no era así. Los chinos eran abundantes tanto en las ciudades como en el campo, y representaban un bloque étnicamente homogéneo que contaba con múltiples redes de contactos internos. Se trataba de prácticamente la mitad de la población.

La península malaya de aquel tiempo estaba dividida étnicamente entre una mayoría de malasios, cerca de 2.500.000 habitantes, unos 500.000 trabajadores tamiles ocupados en las plantaciones y las explotaciones de estaño, y 2.000.000 de chinos residentes legales. Una minoría de ellos eran descendientes de los comerciantes chinos que habían llegado a la zona en el siglo XIV, pero la mayoría descendían de los llegados recientemente, más los aproximadamente 600.000 ilegales. (Vietnam del norte triplicaría esta población total sobre el mismo territorio) Las dos etnias principales no tenían relación entre ellas y se diferenciaban en todos los aspectos culturales imaginables. Sobre ellos iban a gobernar de nuevo unos escasos 12.000 europeos.

Con la paz, el ejército popular malayo había sido condecorado, felicitado y disuelto tras grandes desfiles conmemorativos de la victoria en Kuala Lumpur y Singapur. Los británicos habían regresado sin combatir en él territorio, y el último recuerdo de su actuación militar que tenían los nativos era su humillante derrota ante los japoneses. Por eso Mountbatten y sus oficiales estaban más que dispuestos a repartir unas cuantas medallas y estrechar algunas manos si con eso conseguían restablecer el gobierno británico sin incidentes y sin que los nativos se cuestionasen demasiado cual era el derecho que amparaba el regreso de sus amos. Ya que los guerrilleros se habían adueñado del control de muchas áreas rurales, los británicos optaron por la solución más práctica, que fue enviar representantes propios y declarar a las guerrillas “militarizadas” e integradas en el ejército británico, pagando incluso pequeños sueldos a los nuevos “reclutas”.

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Las fuerzas guerrilleras se demovilizan

Se decidió olvidar que los comunistas habían asesinado a un número indeterminado de personas tachadas de “colaboracionistas”. Al fin y al cabo venganzas parecidas habían tenido lugar en Italia o Francia bajo los ojos de las fuerzas británicas, y no era el momento de empañar el brillo de la victoria.

Pero siguiendo su propia agenda, el partido comunista consideraba sus propios planes para hacerse con el poder. Preparándose para un choque futuro , las armas habían sido ocultadas, las redes de contacto mantenidas y un cierto número de militantes no habían regresado a sus ocupaciones y permanecían disponibles para cualquier momento en que fuesen necesarios como fuerza de choque. El partido comunista solo era fuerte entre los chinos, pero entre estos podía aprovechar el enorme efecto del triunfo comunista en China, de donde procedían además muchos de los recién llegados, los más pobres y más concienciados políticamente. Estos, que habían entrado ilegalmente en el país y habían ocupado tierras salvajes sin ningún tipo de permiso ni escritura de propiedad, sobrevivían en los lindes de las selvas en pequeñas explotaciones agrícolas de subsistencia. Los sindicatos chinos eran comunistas o favorables al partido, y reclamaban activamente la igualdad legal entre las razas, algo que los malayos se negaban a aceptar. El propio partido se escoraba tan pronunciadamente hacia el conflicto que su líder desde 1938, Lai Teck, un partidario del dialogo y de la acción pacífica, se sintió amenazado y huyó con los fondos del partido. Tras un corto exilio, sería asesinado por comunistas Thailandeses en Bangkok.

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Lai Tek

Lai era un misterio. Tenía ascendencia chino-vietnamita, y en la biografía que trataron de divulgar sus antiguos subordinados, había sido un espía francés en Indochina, reciclado por los británicos para infiltrarse en el partido comunista malayo, desde donde promovió la inacción contra estos (Lo que en realidad formaba parte de la política de Moscú en los años 30: La colaboración con las democracias contra el fascismo) Lo que si es cierto es que tras la invasión japonesa, y una frustrada evasión hacia Singapur, Lai Teck fue capturado por los nipones. A pesar de que los invasores ejecutaban a los comunistas, y no tenían demasiados miramientos con los chinos, Teck fue liberado a los pocos días, lo que hizo caer sobre él sospechas de un nuevo colaboracionismo. Como había ocurrido bajo el mandato británico, los rivales políticos de Teck empezaron a mostrar una curiosa tendencia a caer prisioneros en reuniones a las que Teck nunca llegaba a tiempo.

Fue sustituido por un líder combativo, joven y fiel a Moscú: Chin Peng, que dirigió a la organización hacia el conflicto abierto con las autoridades lanzando un desafío para la toma del poder. Al fin y al cabo, desde septiembre de 1947, la doctrina Zhdanov declaraba concluida la colaboración con los países capitalistas, y proclamaba a la URSS y a sus aliados como defensores de las naciones colonizadas frente al Imperialismo. A principios de 1948, esta doctrina sería confirmada y reforzada en la Conferencia de la Juventud Asiática, de la que formaba parte el Partido Comunista Malayo. Allí Peng, a sus 26 años, participó en la planificación de las acciones que precederían a un alzamiento militar anticolonial en toda Asia.

Las primeras actividades, de mero carácter político, fueron huelgas, que mostraron la fuerza del partido entre los obreros chinos, y que resultaron ciertamente una incomodidad, pero que no hicieron al gobierno colonial cambiar de postura. Ante la incapacidad de este tipo de presión, Chin Peng y los principales miembros del partido se retiraron a la selva en Marzo de 1948. Allí realizaron un llamamiento a la rebelión contra el poder colonial y declararon la fundación del Ejército Popular Malayo contra el Ejército de Ocupación Británico. Organizados en regimientos de efectivos variables y que operaban en la selva (Con una abundante participación de mujeres en sus filas, que podía llegar al 10%) estaban apoyados por una organización mayor de simpatizantes que eran los encargados del suministro y el reconocimiento, proporcionando alimentos, identificando objetivos y alertando de la presencia de fuerzas del ejército o la policía. Algo muy sencillo, ya que los chinos eran propietarios de todo tipo de pequeños negocios, muchos de ellos de ocio, que tenían por clientes a británicos. Chin Peng era un devoto de Mao, y como tal, había establecido un programa de acción que seguía fielmente el de su inspirador y sus lecciones sobre la guerra revolucionaria. Las primeras actuaciones debían tener como objetivo a los británicos, a sus ingenieros y capataces, motor de la actividad económica, que dejaría de ser rentable sin su contribución y a las fuerzas de policía, para asentar el control del partido sobre las zonas agrícolas. Con ataques constantes se esperaba aterrorizar a los europeos y obligarlos a abandonar el campo para concentrarse en las ciudades y su defensa, de donde serían expulsados en campañas posteriores.

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Guerrilleros comunistas malayos, nuevamente en pie de guerra

Sorprende aún hoy la ingenuidad de este plan, y como se habían seguido las directrices de Mao sin tener en cuenta los condicionantes locales. El único motivo de los británicos para permanecer en la península Malaya era mantener el control de sus riquísimas explotaciones de caucho y estaño. Esa riqueza no podía abandonarse para mantener la defensa de las ciudades, puesto que el territorio y la población, en sí mismos, carecían de valor y no justificarían un esfuerzo costoso y sangriento. El ejército británico jamás se replegaría a las ciudades, que no le interesaban lo más mínimo.

Era un plan pésimamente planteado y demostraría lo equivocado de su concepción rápidamente.

El 16 de Junio de 1948, tres pistoleros chinos entraron en el despacho del gerente de una plantación de caucho y lo acribillaron a tiros. Gritaron las consignas de rigor ante los trabajadores nativos y huyeron. Fue la primera víctima de la emergencia malaya. A este ataque, siguió el mismo día el asesinato de otros dos británicos en una plantación cercana. Como el gobierno no había alertado de ningún peligro, no existían medidas de autoprotección, lo que facilitaba el trabajo de los asesinos.

En sus declaraciones desde el exilio, Chi Peng (Que sobrevivió al conflicto y murió en 2013 en Bangkok) señaló que el no dio órdenes para el asesinato, que su partido aún era una organización embrionaria y poco preparada para afrontar un conflicto de esa escala y que estos asesinatos fueron fruto de un error o de una célula incontrolada. En cualquier caso, ni hizo nada por castigar a los participantes ni por cesar los ataques. En aquel momento las fuerzas comunistas acaso no llegasen a 2.500/3.000 combatientes. (Otras fuentes llegan a multiplicar esta cifra por 4, pero he procurado seguir una línea de continuidad con las principales fuentes británicas)

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