La Guerra Civil Americana (Parte 3)

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Secesión

QH88 Dos de los unionistas más conscientes del peligro de Secesión eran, precisamente, los dos mandos militares que habrían de hacerla frente si se concretaba: el Jefe del Estado Mayor Teniente General Winfield Scott, y el del Departamento del Este, Brigadier John Ellis Wool. Scott, el más famoso de ambos y una leyenda por derecho propio, no procedía de West Point, sino que había estudiado Leyes, pasando al Ejército Federal a través de la Milicia en 1808. Pero destacó ya en la guerra contra los ingleses de 1812-15, siendo nombrado Brigadier a los 28 años en 1814, y habilitado Mayor General, (General de División), al año siguiente. Después destacó en la frontera india, fue la espada de confianza del Presidente Andrew Jackson, y recibió el mando del Estado Mayor Central desde 1841.

Su carrera se coronó en la Guerra de México, en la que fue tanto el principal cerebro estratégico como el comandante del mayor ejército de campaña, y en 1855 el Congreso le concedió, (aunque a título de habilitación), el grado de Teniente General, que el Ejército no otorgaba desde la muerte de su primer y hasta entonces único titular: el propio George Washington.

Tte. Gral. Winfield Scott

Sin embargo, frisaba ya los 75 años, edad no tan avanzada en el Siglo XXI, pero que en aquellos días sí lo era, pues la falta de facilidades médicas y comodidades que hoy se juzgan normales, aceleraba el desgaste físico y los achaques de la edad. Aún sin cumplir 75, Scott, gigante de una corpulencia que los años habían convertido en gordura, era un catálogo de dolencias, sufriendo insuficiencias cardiacas y respiratorias, próstata, gota, reuma y ataques de ciática.

Ni en sus mejores momentos podía dejar de guardar cama un día de cada dos, no podía montar a caballo, e incluso le costaba mucho permanecer de pié más de un corto rato. Para trabajar, se instalaba hora tras hora en un enorme sillón, como una montaña de carne que bufaba y resoplaba en vuelta en un brillante uniforme. (Al revés de su colega y rival en la Guerra de Mexico, Taylor, a Scott le encantaban los uniformes recargados y los bicornios coronados con plumas de avestruz, de lo que en el Ejército se le apodaba a sus espaldas “Old Fuss and Feathers”, “Viejo Plumas y Pejigueras”).

Pronto se vería que su juicio sobre los hombres comenzaba a reblandecerse, pero su cerebro estratégico continuaba funcionando muy bien. Había visto acercarse el peligro con bastante lucidez, aunque confiando como virginiano y conservador que lo detuviese la candidatura de John Bell, a quien había votado. Y la victoria de Lincoln golpeó su cuerpo enfermo, haciéndole guardar cama por varias semanas.

Se daba cuenta de que posiblemente solo una guerra pudiese evitar la Secesión, y le asustaba la idea de que este recurso a la violencia a gran escala llevara al país a entrar en una espiral de conflictos “a la mexicana”, que conocía bien por haber estudiado cuidadosamente la historia reciente del país azteca mientras preparaba las campañas de la Guerra de Mexico. Desde su lecho envió algunas cartas a la Prensa que contenían sus siniestras reflexiones, y que por cierto no hicieron mucho para avivar un posible espíritu combativo en la Unión.

No obstante, para los primeros días de Diciembre volvería a levantarse y tomar el timón del Estado Mayor, colaborando esforzadamente con el Brigadier Wool. Este era otro hombre de la generación de Scott, (según la fuente consultada, se le atribuye ora 72 años, ora 76 años), pero del tipo bajo, delgado y fibroso, que envejece mejor. Aparte de ciertos problemas para montar a caballo, su salud no era mala y aun a otro nivel que el de su jefe, su historial resultaba excelente.

En la Guerra de Mexico había tenido un importante mando independiente en el frente Norte de aquel país y luego, unida su fuerza a la de Zachary Taylor, había sido su segundo en el mando. En la Batalla de Buena Vista, fue él quien posicionó las baterías y eligió la excelente posición defensiva del Ejército estadounidense, haciendo probablemente la mayor contribución individual a la victoria de sus armas. Y más tarde había vuelto a destacar como comandante del Departamento del Noroeste durante las primeras guerras indias del Columbia Bassin.

En realidad, lo sorprendente era que un hombre con tal historial, y que era Brigadier hacía más de diez años, no hubiese obtenido aún el ascenso a Mayor General. Y, aparte de la cicatera política de ascensos de la Secretaría de Guerra, la respuesta era que por desgracia, y aunque dotado de un buen olfato para los aspectos político sociales de la guerra, John Ellis Wool era cualquier cosa antes que diplomático.

Así, había atribuido el grueso de la responsabilidad de la guerra con la tribu Yakima a la codicia y brutalidad de los colonos, y aún más a la falta de escrúpulos de los gobernadores territoriales, a uno de los cuales, Isaac Ingalls Stevens del Territorio de Washington, llegó a calificar ante la Prensa de “carne de presidio”. Y no digamos lo tempestuosas que habían sido sus relaciones con el Secretario de Defensa Jefferson Davis, y con el que detentaba aún el cargo en 1860, que como recordaremos era John Buchanan Floyd.

Pero una temprana carta suya al Secretario del Tesoro Lewis Cass, (un unionista fiel que trataba de influir sobre Floyd para que cortara de raíz la rebelión), rebela una singular clarividencia sobre los acontecimientos que se avecinaban. En ella predice una pronta rebelión de South Carolina, que se extendería al resto del Sur Profundo y a la larga al grueso de los estados esclavistas. Predice también la propia arrogancia de los sureños, que les haría perder toda oportunidad de evitar una guerra. Y finalmente que ésta, aunque larga y dura, sería indefectiblemente ganada por el Norte. Todo ello se iba a cumplir.

Wool pensaba que la única oportunidad de evitar el baño de sangre era hacer abortar el primer movimiento de South Carolina en raíz, y contaba con el apoyo de Scott y Lewis Cass, aunque los tres acabarían tropezando en el obstruccionismo de Floyd y el carácter timorato del Presidente James Buchanan.

La fuerza de que disponían tampoco era el orgulloso ejército de 29.000 hombres llenos de confianza que Scott comandara en los días de 1851. En primer lugar, las “oportunas” reformas de Jefferson Davis lo habían reducido a la oficialidad de Ordenanza, Intendencia, Ingenieros y Cirugía Militar, (sin tropas propias), y a las siguientes unidades:

10 Regimientos de Infantería (numerados de 1 a 10)
4 Regimientos de Artillería (numerados de 1 a 4)
5 Regimientos de Caballería (Los 1º y 2º de Dragones, Fusileros Montados y 1º y 2º de Caballería).

Los efectivos en tiempo de paz, que con este esquema debería ser de unos 22.000 hombres, estaban bajos de sub-unidades, hasta resultar un total teórico de 16.000 hombres. De hecho, había en filas menos de 15.000 hombres, a los que se habría que agregar 600 reclutas recién ingresados, y aún sin instruir ni encuadrar.

Además, y como la disminución de efectivos había producido cierto exceso de oficiales, se había seguido una política de ascensos tan cicatera que muchos hombres valiosos dejaron las filas. Si a esto sumamos un despliegue extensísimo, con el grueso de las fuerzas perdidas por zonas semideshabitadas de los Departamentos del Oeste, Noroeste, Las Praderas, etc., más unos sueldos francamente bajos, a nadie extrañará saber que el Ejército estaba ganado por el aburrimiento, la rutina y la falta de horizontes, que minaban la moral y multiplicaban las deserciones.

El resultado final era que el Departamento del Este, cubriendo todo el país al Este del Mississippi, una inmensa costa y el grueso de las zonas habitadas, poseía una fuerza del todo ridícula, dispersa hasta lo puramente testimonial por infinidad de puestos, y casi sin reservas. Puestos ante la amenaza, y arañando desesperadamente el fondo del barril, Wool y el jefe Scott sólo pudieron reunir como reserva 5 compañías, con un total 460 hombres, a los que, en unas semanas reforzarían los reclutas, los cuales se pensaba integrar en unidades “ad hoc” en cuando supieran por que parte del fusil salían las balas. Hasta no hacía muchos meses, la Escuela de Artillería de Fort Monroe, en las Hampton Roads virginianas, podía haberles proporcionado unos cientos de hombres más, pero nada casualmente, el Secretario Floyd la había hecho cerrar la primavera anterior, alegando problemas presupuestarios.

Sobre el papel, la U.S. Navy poseía una fuerza más adecuada, (aunque no la correspondiente al país que llevaba medio siglo siendo la primera potencia mundial en flota mercante). Al parecer su composición era:


FLOTA DE VAPOR:

FRAGATAS: 9 (1)
(Hélice) “COLORADO” “MERRIMACK” “MINNESOTA” “NIAGARA” “ROANOKE” “WABASH” (Ruedas) “MISSISSIPPI” “POWHATAN” “SUSQUEHANNA”

SLOOPS PESADOS (Cruceros): 5 (2) (Hélice) “DAKOTAH” “IROQUOIS” “MOHICAN” “NARRAGANSETT” “PAWNEE”

SLOOPS LIGEROS: 11 (3) “BROOKLYN” “HARTFORD” “LANCASTER” “PENSACOLA” “RICHMOND” “POCAHONTAS” “PRINCETON” “SAN JACINTO” “WYOMING” (Ruedas) “ALLEGHANY” “SARANAC”

CAÑONEROS: 16 (4) (Hélice) “CRUSADER” “ERICSSON” “JOHN HANCOCK” “KENOSHA” “MOHAWK” “MYSTIC” “SEMINOLE” “SUMPTER” “WYANDOTTE” (Ruedas) “ANACOSTIA” “FULTON” “MARION” “MICHIGAN” “PULASKI” “SAGINAW” “WATER WITCH”


FLOTA DE VELA:

NAVÍOS de PUENTE (antes activos): 5 (5) “COLUMBUS” “DELAWARE” “NORTH CAROLINA” “OHIO” “PENNSYLVANIA”
NAVÍOS de PUENTE: 5 (6) “ALABAMA” “NEW ORLEANS” “NEW YORK” “VERMONT” “VIRGINIA”

FRAGATAS: 11 (7) “BRANDYWINE” “COLUMBIA” “CONGRESS” “CONSTITUTION” “INDEPENDENCE” “POTOMAC” “RARITAN” “SABINE” “SAINT LAWRENCE” “SANTEE” “UNITED STATES”

BERGANTINES: 3 (8) “BAINBRIDGE” “DOLPHIN” “PERRY”

APOYO LOGÍSTICO: 6 (9) “BEN MORGAN” “CHARLES PHELPS” “FREDONIA” “RELEASE” “RELIEF” “SUPPLY”

SLOOPS de VELA: 21 (10) “CONSTELLATION” “CUMBERLAND” “CYANE” “DALE” “DECATUR” “FALMOUTH” “GERMANTOWN” “JAMESTOWN” “JOHN ADAMS” “MACEDONIAN” “PLYMOUTH” “PORTSMOUTH” “PREBLE” “SAINT LOUIS” “SAINT MARY’S” “SARATOGA” “SAVANNAH” “VANDALIA” “VINCENNES” “WARREN”

EXPLICACIÓN A LAS NOTAS

1. Las fragatas de vapor eran los buques más grandes de la flota, oscilando entre las 5.540Tn del “NIÁGARA” y las 3.200Tn del “MERRIMACK” y el “MISSISSIPPI”. Las de hélice eran de construcción reciente. En, cuanto al “POWHATAN”, carecía al parecer del pequeño subpuente de caza que, en la U.S. Navy de aquellos días, caracterizaba a una fragata, y por tanto debía ser contado en puridad como “sloop”. Pero, siendo con 3.675Tn de desplazamiento el cuarto buque de toda la flota en tamaño, he preferido alinearlo con las fragatas.

Fragata de ruedas «Powhatan»

2. Todos de hélice y muy recientes, oscilando entre las 3.000Tn del “PENSACOLA” y las 2.532Tn del “BROOKLYN”.

3. Todos muy recientes salvo los dos de ruedas y los “PRINCETON” y “SAN JACINTO”, oscilando entre las 1.567Tn. de éste último y las 989Tn. del “ALLEGHANY”.

4. Muy variados, con tonelajes entre las 276Tn. del “ANACOSTIA” y las 865Tn del “MICHIGAN”, desplegado en los Grandes Lagos. Algunas unidades de palas no eran anticuadas, sino que se trataba de limitar su calado para hacerlas más eficaces en aguas costeras.

Cañonera de hélice «Crusader»

5. Entre las 3.105 Tn del “PENNSYLVANIA”, (el único “cuatropuentes” construido en los Estados Unidos), y las 2.480Tn del “COLUMBUS”. Todos en reserva o utilizados para acomodación, en 1860.

Navío Columbus

6. Todos de 2.633Tn terminados pero nunca comisionados, y mantenidos en reserva, salvo el “NEW ORLEANS”, que permanecía inconcluso y desplazaba 2.805Tn.

7. La “INDEPENDENCE” era un antiguo “dos puentes” reformada, de 2.243Tn. El resto eran la famosa serie “Cincuenta Cañones”, que oscilaba entre 2.200Tn del “CONSTITUTION” y 1.576Tn del “UNITED STATES”.

La fragata Constitution

8. Entre 368Tn para el “BAINBRIDGE” y 224Tn del “DOLPHIN”.

9. Entre 800Tn para el “FREDONIA”, 363Tn del “CHARLES PHELPS” y 375Tn del “RELEASE”. Armados con sólo dos cañones ligeros, solían ser bricbarcas o navíos de vela.

10. Esta serie era muy variada y presentaba bastantes peculiaridades. Así las unidades más pesadas eran dos fragatas de cincuenta cañones botadas en configuración de Sloop, (“CUMBERLAND” de 1.726Tn y “SAVANNAH” de 1708Tn). También los viejos “CONSTELLATION” de 1.265Tn y “MACEDONIAN” de 1.341Tn. (Capturado a los ingleses en la guerra de 1812-15), eran antiguas fragatas, reformadas. Por lo demás, el único sloop comparable era el “JAMESTOWN”, de 1.550Tn. El más ligero era el más pequeño de los dos “CYANE”, de 539Tn. y ya solo dedicado a acomodación. Y, cosa inaudita en una marina de guerra, había un segundo “CYANE” de 793Tn. y construcción más moderna, en activo en el Pacífico.

Además, la Marina podía en principio echar mano de los buques de varias organizaciones secundarias, como la Revenue Marine anticontrabando de la Secretaría del Tesoro, (que contaba con una treintena de cutters, sólo uno de ellos de vapor), el Coast Survey Service y el Lighthouse Board. Pero la mayoría de las unidades de éstas serían consideradas demasiado ligeras o no en suficiente buen estado, y aún parte de los buques reseñados en las listas de la U.S. Navy se encontraban tan abandonados que no alcanzarían estado plenamente operativo en toda la guerra.

Un problema aún más serio era la falta de personal, pues la Marina había sido reducida por debajo de los 6.000 hombres, con los que malamente se hubiese podido tripular siquiera los diez navíos más pesados de la lista. La serviciabilidad era por tanto baja, y más aún en los buques pesados.

Así, ni un solo navío de puentes estaba plenamente operativo, y de las fragatas de vapor sólo estaban en activo las “Niagara” y “Powhatan”. Para colmo el Secretario de Marina Isaac Toucey, de Connecticutt pero aparentemente “tocado” por sus camaradas secesionistas, se había dedicado desde antes del Verano a reforzar escuadrones alejados, como los de Africa, el Mediterráneo y el Mar de China, y en el momento de iniciarse las maniobras secesionistas sólo había, de los 42 buques en activo, 12 en aguas medianamente próximas a las costas sureñas, 8 de ellos en el Escuadrón del Golfo que, “casualmente”, había cambiado su habitual base en Pensacola por la bastante más lejana de Veracruz. En conjunto, lo que había más a mano era el crucero “Brooklyn”, el cañonero “Wyandotte”, (aún en pruebas y con dotación muy incompleta), y los buques de apoyo “Relief” y “Supply”.

Crucero Brooklyn

Todo lo cual era preocupante, porque en realidad South Carolina, que iba a ser claramente el epicentro del terremoto, ya daba enormes señales de intranquilidad desde antes del día de elecciones. Y justo al día siguiente de la proclamación de Lincoln, los funcionarios federales surcalinos en el Estado renunciaron a sus cargos, dando la secesión por hecha. (Así lo hicieron el Director de Aduanas de Charleston y el Presidente de la sala local del Tribunal Federal, Juez McGrath). Y a la vez, se reunió una asamblea política del Estado no para decidir no o si, sino cómo iba a llevarse a cabo la Secesión surcarolina.

Como primera medida se amplió la movilización de milicias estatales, y movilizó fuerzas de “minutemen” de la milicia de urgencia local, que fueron dotadas con poderes de estado de excepción, y dedicadas a atemorizar a los negros y los simpatizantes reconocidos del Norte y el Gobierno. Muchos de éstos últimos fueron expulsados del Estado, a veces tras ser alquitranados y emplumados por la milicia.

La única fuerza federal en South Carolina eran los 90 hombres de la guarnición del Arsenal y los fuertes de Charleston Bay, mandada por el viejo Coronel John L. Gardner. Este, preocupado e indignado ante la cantidad de milicias separatistas que se estaban acumulando en la ciudad, (que incluían la totalidad del bien armado y equipado 1º Regimiento de la Palmetto Guard o milicia regular surcarolina, bajo el Coronel Richard Herron Anderson), pidió refuerzos a Washington para tomar la iniciativa. Pero, aunque Scott y Wool estaban dispuestos a enviárselos en el “Brooklyn”, el Secretario Floyd logró persuadir a James Buchanan para que lo prohibiese, “para no aumentar el agravio de los surcarolinos”.

Como el belicoso Gardner parecía dispuesto a tomar la iniciativa incluso con sólo sus soldados (lo que era políticamente arriesgado y militarmente suicida), hubo que sustituirle por su segundo, el Mayor de Artillería Robert Anderson, hombre con fama de frío y contenido, y natural del Estado esclavista de Kentucky, al que además se dio instrucciones restrictivas. (Gardner, demasiado mayor para el campo de batalla, no tendría mandos activos en la Guerra Civil y sería pronto jubilado con una habilitación de Brigadier).

Mayor Robert Anderson

Entretanto, los secesionistas estaban encontrando muchas más dificultades que las que habían imaginado para obtener sus Actas de Secesión, en cualquier Estado que no fuera South Carolina. Les hizo especial daño la sesión del 14 de Noviembre en el Legislativo de Georgia, en que el prestigioso orador Alexander H. Stephens dio un revolcón a sus hombres de confianza, los jóvenes Robert Toombs y Alfred Iverson, ridiculizando el aire catastrofista con que pintaban la victoria republicana y la Presidencia de Abraham Lincoln.

Por ello, se decidió enviar sendos balones de oxígeno a los portavoces de la conspiración desde Washington y Charleston. En la capital federal, el Congreso inició sesión el 3 de Diciembre, y el 4, Buchanan y el Secretario del Tesoro Cobb, hablaron ante él. Buchanan, influido por sus colaboradores secesionistas, aseguró que ningún Estado tenía derecho a secesionarse, pero tampoco la Unión a impedirlo por las armas. Howell Cobb tenía que dar el informe anual del Tesoro sobre la situación económica y, aunque en realidad la crisis económica estaba pasando y el año había sido bastante bueno, (más siendo un año de elecciones), logró dar un informe más bien catastrofista, aprovechando las dificultades de los bancos a los que la banca del Sur, (con su ayuda), había estafado.

Cobb, que ya había dado mucho la cara, dimitió a poco, mientras su puesto en la orquesta secesionista del Gobierno era tomado por John Buchanan Floyd. Este, que ya estaba trabajando activamente en desviar cuanta partida de armamento pudiese a Arsenales en el Sur Profundo, remachó el efecto del discurso de Buchanan el día 6. En efecto ese día salió al paso de unos rumores que probablemente él mismo había hecho circular, asegurando solemnemente ante la prensa que el Gobierno no tenía intención de reforzar sus tropas en el Sur, ni de aplicar medidas militares contra los Estados que se secesionarian.

Tan absurda declaración acabó con la paciencia de Lewis Cass, que dimitiría de su puesto en el Gobierno casi a la vez que Howell Cobb, dando lugar a una remodelación en que el Tesoro fue a parar a otro ardiente unionista, John Adams Dix, mientras la Fiscalía General era ocupada por Edwig McMasters Stanton, un demócrata ultraconservador que había hecho campaña en el Norte por Breckenridge, pero también una especie de “bull-dog” legal, interesadísimo en ciertas extrañas transacciones en que estaban metidos varios miembros sureños del Gobierno.

Y tras este apoyo indirecto a los secesionistas desde Washington, fue la “Palmetto Guard” la que en Charleston, realizó el primer movimiento agresivo, poniendo el 8 de Diciembre una fuerte guardia en el Arsenal. Así, se impedía a las tropas de los fuertes aprovisionarse en él, y a la vez quedaba virtualmente cercada la minúscula guarnición del propio Arsenal, que mandaba el Capitán Andrew A. Humphreys.

Para entonces, el círculo de los que en el Norte se iban preocupando por la situación se estaba extendiendo rápidamente. Los hombres de negocios, asustados, comenzaban a arrepentirse de haber apoyado a Lincoln, los militares tomaban posición, (más de la cuarta parte de los del Ejército, y casi un 40% de los de la Marina, dimitirían al fin para ponerse al servicio de los secesionistas), y los políticos se devanaban los sesos, buscando por qué camino convencer a los sureños para que dejaran sus proyectos separatistas.

Y así, mientras en South Carolina florecían por todas partes las banderas estatales, (azules oscuras con un palmito plateado, por lo que se le conoce como el “Palmetto State”), y se multiplicaban las escarapelas del mismo azul en solapas y sombreros, en los días siguientes un plante de oficiales de Artillería detenía por primera vez las maquinaciones del Secretario Floyd, impidiendo que 70 grandes morteros Columbian de 10 pulgadas fueran enviados por aquéllos, (¡costos de viaje a cargo del Ejército Federal!). A Galveston y Ship Island, donde se les hubiera empleado en reforzar defensas secesionistas.

Bandera de Carolina del Sur

Casi de inmediato, el 18 siguiente, el prestigioso Senador John Jordan Crittenden, gran hacendado y propietario de esclavos de Kentucky, proponía a las Cámaras de Washington dictar un paquete de leyes de urgencia, que asegurasen a los estados esclavistas que su “peculiar institución”, (como ellos mismos la llamaban), no iba a ser atacada.

Pero nada podía detener ya el plan secesionista en South Carolina, y dos días después, el 20 de Diciembre de 1860, su Legislativo dictó un Acta de Secesión que fue solemnemente anunciada por el Gobernador Francis Wilkinson Pickens. ¡La Secesión había comenzado!

Fort Moultrie, 1861

Mientras en el Norte se perdía el tiempo en asombrarse de esta novedad, el Mayor Anderson se enfrentaba en Charleston a un problema muy concreto. En efecto, los fuertes que defendían el canal de entrada a la bahía eran Fort Moultrie, junto a Moultrieville en la Isla Sullivan, y el mucho más poderoso Fort Sumter, erigido en una isla artificial en mitad de la boca de bahía, y de ello mucho más próximo al propio canal, que corría entre él y la punta de la Isla Morris. La pieza clave de la defensa era por tanto Fort Sumter pero, por necesitar una guarnición mayor y ser muy incómodo como alojamiento de tiempo de paz, estaba desocupado, mientras su fuerza permanecía en Fort Moultrie.

Y ahora, con South Carolina sublevada, sus milicias vigilaban para que no se le guarneciera y Anderson siguiera en un fuerte que podía ser tomado por asalto desde el interior de la Isla Sullivan en cualquier momento. Esto no le gustaba al Mayor, que inició sigilosos preparativos desde el mismo día del Acta de Secesión y la noche del 24 al 25, aprovechando las celebraciones de Navidad, pasó sigilosamente a Fort Sumter después de sabotear los cañones de Fort Moultrie. Llevaba consigo 55 soldados de Artillería, 15 músicos militares, un capellán, 9 oficiales incluyéndose a él mismo y 30 obreros norteños del Arsenal que eligieron seguirles. Hubo en cambio de abandonar al destacamento del Capitán Humphreys, que sería capturado junto con el arsenal al día siguiente.

Varios oficiales de Anderson alcanzarían el generalato en la Guerra Civil, incluyendo a Humphreys y los otros tres capitanes, Abner Doubleday, Truman Seymour y John Grey Foster, amén del teniente Jefferson Columbus Davis y hasta el Asistente Cirujano (Capitán Médico) Samuel Wylle Crawford, que pronto dejaría sus bisturíes por el mando.

Los sureños protestaron a coro que el Gobierno no había hecho honor a sus promesas, pues había reforzado un fuerte. Y Buchanan, apurado por el Secretario Floyd, llegó a amonestar públicamente al Mayor Anderson por su movimiento. Sólo que el rápido empeoramiento de la situación le estaba abriendo los ojos incluso a él, y Floyd no pudo arrancarle la orden de regresar a Fort Moultrie. Y, alegando diferencias irreconciliables con la Presidencia por tal causa, Floyd y el Secretario del Interior Thompson dimitieron a poco, desapareciendo rumbo al Sur y dejando el Gabinete despejado de conspiradores.

Casi en el acto se descubrió una posible causa más sólida para tan repentina salida de escena: las investigaciones de Stanton demostraron que, entre ambos, habían escamoteado 800.000$ de Fondos Públicos. (Lo que hubiese bastado por entonces para adquirir una flota de cabotaje de 40 goletas). Nunca se averiguaría bien si, o en qué proporción, aquella suma había acabado en las arcas secesionistas o en sus bolsillos.

Las Cámaras seguían mientras buscando una solución política al conflicto, y el 27 de Diciembre, la Comisión Senatorial presidida por Charles Francis Adams, (Senador de Massachusetts, de una familia que ya había dado dos Presidentes a la Unión), les presentó un proyecto que superaba las concesiones de Crittenden. Se trataba de aprobar una enmienda constitucional que prohibiera el paso a las Cámaras a toda Ley sobre la esclavitud que no fuese presentada por un Estado esclavista y avalada unánimemente por todos los demás.

Los generales Scott y Wool trabajaban el problema desde otro ángulo más inmediato, y habían comenzado por hacer una lista de los fuertes costeros que a la Unión le interesaba mantener en sus manos, por su valor estratégico para la presión política o, en última instancia, la guerra. La lista era la que sigue:

FUERTE     LOCALIZACION                                   GUARNICION
WASHINGTON Firth del Potomac, aguas abajo de la capital. (Maryland) Ninguna
MONROE      Ribera Norte de Hampton Roads (Virginia)   Insuficiente
MACÓN       Beaufort, en los Pequeños Soundst (N. Carolina)Ninguna
MOULTRIE      Bahía de Charleston (S. Carolina)     Ninguna
SUMTER            Bahía de Charleston (S. Carolina)                           Mínima
PULASKI       Boca del río Savannah (Georgia)        Ninguna
TAYLOR        Key West (Florida)        Insuficiente
JEFFERSON     Islas Dry Tortugas (entre Florida y Cuba)Ninguna
BARRANCAS     Bahía de Pensacola (Florida)           Insuficiente
MCREA              Bahía de Pensacola (Florida)           Mínima
PICKENS                Bahía de Pensacola (Florida)        Ninguna
MORGAN        Bahía de Mobile (Alabama)              Ninguna
JACKSON       Mississippi abajo de New Orleans (Louisiana)Ninguna
SAINT PHILIP    Mississippi abajo de New Orleans (Louisiana)Ninguna

Dos comentarios a esta lista:

1. Que pese a tratarse en buena parte de fortificaciones desguarnecidas, todas ellas se encontraban en buen estado, con los cañones emplazados, y dotados de talleres de reparación y otras facilidades.

2. Que no incluía ninguna fortificación ajena al territorio de John Ellis Wool y menos ninguna situada en Texas, donde la presencia de una voluminosa fuerza federal, bajo el mando del Brigadier David Emanuel Twiggs, parecía garantizar la situación.

Scott y Wool había de vencer el escollo que suponía además la llegada a Washington de una delegación surcarolina, que ofrecía al timorato Buchanan el mantenimiento del Status Quo: si el Gobierno no reforzaba Fort Sumter los surcarolinos no lo atacarían. Pero estaban convencidos de que los rebeldes solo buscaban ganar tiempo y, aprovechando la dimisión de Floyd, lograron organizar una operación de refuerzo a Fort Sumter.

Sólo que, a sugerencia del “resbaladizo” Secretario de Marina Toucey, y dado el horror del Presidente Buchanan a que su refuerzo hubiese de acabar abriéndose paso a cañonazos, la operación no se llevó a cabo con el “Brooklyn” u otro buque armado, sino intentando meter los refuerzos en la bahía “de contrabando”, a bordo de un transporte civil.

Fort Pickens (Florida,1861)

Esto era una peligrosa tontería, pues todo el éxito del plan dependía en forma absoluta del secreto, casi imposible de guardar en una ciudad como Washington, donde las tres cuartas partes de la población provenían del Sur y las dependencias gubernamentales hervían de simpatizantes de la rebelión. Y mientras se contrataban los servicios en charter del hermoso vapor “Star Of The West”, a cargo del Capitán Mercante John McGowan, y se hacía transbordar a él sigilosamente en alta mar tres compañías de infantería y artillería, los surcarolinos recibían noticia de estos rocambolescos planes. (Quizá los conocieran antes que el propio McGowan) El resultado fue que, el 9 de Enero de 1861, al enfilar el “Star Of The West” el canal de entrada a Charleston, se vio bajo el fuego de Fort Moultrie y un par de “sand batteries”, dispuestas al efecto en la Isla Morri. McGowan era tenaz, y trató de seguir adelante pero tras recibir 16 impactos en su buque, (que milagrosamente no hirieron a nadie), hubo de darse por vencido y regresar a alta mar.

Al producirse a la vista de Charleston, una activa ciudad de 35.000 habitantes, y atiborrada de enviados especiales de Prensa que venían a cubrir la noticia de la rebelión surcarolina, estos cañonazos suelen pasar por los primeros disparos de la Guerra Civil, pero en realidad no lo eran, como enseguida veremos.

Mientras el Sur Profundo, hiperexcitado por el ejemplo de la secesión surcarolina, hervía como el caldero de una bruja, mientras los conjurados secesionistas apelaban a cualquier procedimiento para obtener sus Actas de Secesión. Era un fenómeno tan visible que el Estado de Delaware, de legislación esclavista pero muy influido por Pennsylvania, y en el que apenas había 1.800 esclavos, se apresuró a desmarcarse de todo, pasando un referéndum por el que, el 3 de Enero, se había decidido por aplastante mayoría que Delaware permanecería en la Unión.

Precisamente la víspera, 2 de Enero, varios de los Gobernadores estatales implicados en la conjura habían dado un paso más, ocupando una serie de instalaciones de propiedad federal y no guarnecidas, situadas en sus Estados. Así se ocupó en Alabama, Fort Morgan y el Arsenal de Mobile, en Georgia, Fort Pulawski, y aun en North Carolina, donde no se planteaba todavía la Secesión en el Legislativo, Fort Macon, Fort Fisher a la boca del Cape Pear River, y el Arsenal de Fayetteville. A los que días después seguirían los menos importantes Fort Caswell y Fort Johnson.

Es obvio que para ese mismo día se había planeado enviar algunas milicias en botes a ocupar Fort Pickens, situado en el extremo occidental de la arenosa Santa Rosa Island, que cierra el Sound de Pensacola, dominando el canal principal de salida de la bahía. (Y que por motivos similares a los de Fort Sumter en Charleston Bay, estaba asimismo sin guarnición). Pero la operación hubo de demorarse, al encontrarse en aquellos días en Pensacola dos buques de guerra unionistas, el cañonero “Wyandotte” y el buque de apoyo “Supply”, que se habían reunido en la bahía para que el “Wyandotte” completara un poco su magra dotación con cargo a la del “Supply”. Su presencia hacía muy arriesgado el tipo de paseo en bote que las milicias habían de realizar, y la ocupación de Fort Pickens se demoró hasta el 7 de Enero en que ambos buques ya habían zarpado.

Sólo que, entre tanto, las ocupaciones del 2, habían dado que pensar al Teniente Adam Jacoby Slemmer, al mando de la minúscula batería federal de Fort McRea, situada en la costa al otro lado del canal, frente a Fort Pickens. Para evitar que algo parecido sucediera ante él, este decidido e inteligente oficial había hecho pasar, sin órdenes y bajo su propia responsabilidad, a parte de su diminuta fuerza de Fort Pickens. Y cuando la pretendida flotilla de ocupación se aproximó el 7 de Enero, se vio recibida desde el fuerte con cañonazos de aviso que la hicieron retroceder. Y fueron estos y no los de Charleston el 9 de Enero, los primeros disparos de la Guerra Civil.

A la vez, la Secesión comenzaba a extenderse. La primera Acta de Secesión aceptada tras la de South Carolina fue la de Mississippi, el 9 de Enero. Siguió el 11 la de Alabama, donde William Lowdes Yancey, quizá el extremista sureño más prestigioso en aquellos días, llegó a amenazar muy poco veladamente de muerte a los que se le oponían, y que tras feroces debates fue aprobada por 61 votos a 39. Y el 12 fue el turno de Florida con una diferencia más clara de 62 votos a 7.

Recibida por telégrafo, la noticia de esta aprobación dio lugar a la irrupción, preparada de antemano, de una fuerza secesionista en el área de la Bahía de Pensacola, entre los lugarejos de Warrington y Woolsey, que albergaba Fort Barrancas y el Arsenal de Warrington, el más importante de la Marina estadounidense en el Golfo de Mexico. El “Flag Officier” Armstrong, al mando de la fuerza federal en la bahía, quedó desconcertado al ver a su frente al Capitán V. M. Randolph, de la propia U.S. Navy, y el Arsenal fue ocupado sin resistencia por las milicias, (unos 500 hombres), que a continuación sacaron cañones de él para poner sitio a Fort Barrancas. Cierto que éste era un antiguo “presidio” español, no muy adecuado para la defensa, pero la Unión se indignó al saber que, tras unas horas de negociaciones, fue igualmente entregado sin resistencia. Fue una victoria bien limpia para Randolph y el coronel de milicias, (un tal Lomax), que le servía de segundo.

Lo cierto es que en la bahía había más de 200 profesionales de la Marina y el Ejército federales, bien armados, y de no haber fallado obviamente la moral de la oficialidad podían haber contenido a sus oponentes. Lo único que se salvó de aquella jornada para la Unión fue de nuevo la actuación del Teniente Slemmer que, aprovechando las horas de negociación y con la ayuda de su amigo el Teniente James H. Gilman, reunió partidarios de la resistencia a ultranza, y se fue a atrincherar con ellos a Fort Pickens, llevándose consigo 11 cañones de 32 libras de Fort McRea, e inutilizando ésta fortificación, el resto de cuyos cañones fueron clavados a fondo. Su fuerza consistía en la antigua guarnición de McRea, soldados sueltos de distintas unidades, trabajadores norteños del Arsenal, y hasta un pequeño destacamento de “marines”, dejado atrás días antes por el cañonero “Wyandotte”. Total 80 hombres.

Como vemos, de los 14 fuertes de la lista pergueñada por Scott y Wool, 6 habían caído ya en manos de los rebeldes. Los dos generales trataban sin embargo aún de asegurar el mayor número posible de ellos, y ya el 7 de Enero habían enviado hacia el Sur el “Brooklyn”, con las dos compañías de reserva de que disponían, mientras lograban que una compañía de “marines” prestada por la Flota guarneciera al menos Fort Washington.

Las dos compañías enviadas en el “Brooklyn”, bajo el mando conjunto del Mayor Lewis C. Arnold, alcanzaron el extremo de Florida casi a la vez que se producían los últimos sucesos relatados. Allí, parte pasó a reforzar la débil guarnición de Fort Taylor, en Key West, y el resto, bajo el propio Arnold, ocupó el vacío Fort Jefferson, en las Dry Tortugas. Justo a tiempo, pues a los dos días su presencia obligó a dar media vuelta a una flotilla de veleros, que venían cargados de milicianos de la Florida continental, dispuestos a ocuparlo para los rebeldes.

La sucesión de secesiones había sufrido un cierto alto ante la resistencia del Legislativo de Georgia, Estado que se interponía entre los cuatro ya rebelados, dividiéndolos en dos zonas geográficas separadas, y también ante la evidencia de que su furia independentista estaba causando rechazo en los Estados esclavistas no pertenecientes al Deep South.

Y ante estas dificultades, los extremistas decidieron jugar la carta de la moderación. Así, los más violentos fire-eaters comenzaron a pasar a segundo plano, y el propio Alexander Hamilton Stephens, que tanto daño les había causado en Georgia, fue no derrotado o persuadido, sino simplemente comprado con la vicepresidencia de la futura Confederación. Y, con esta nueva estrategia, lograron que Georgia aceptara al fin, el 16 de Enero y por tan sólo 165 votos a 130, pasar a votar el Acta de Secesión, que fue aprobada el 19, por 208 a 89. Después fue Louisiana el Estado que aprobó su acta el 28, por 113 votos a 17.

Mientras, los Estados secesionados estaban embargando los buques federales surtos en sus puertos. Eso era lo que había hecho en Diciembre South Carolina con el “cutter” de la Revenue Marine “William Aitken” en Charleston. Y lo propio acababa de hacer Florida con el bergantín “Dana” y el viejo cañonero de palas “Fulton” de 698 Tn y botado en 1837, que se encontraba en dique en Pensacola, en muy mal estado de conservación. Esto era grave para los buques de la Revenue Marine, asignados por Estados, y por tanto muy dispersos y fáciles de embargar.

Por ello el nuevo Secretario del Tesoro, General retirado John Adam Dix, se esforzó en sacar del Deep South los buques allí destacados, enviando agentes con instrucciones en tal sentido. Sólo que el grueso de su oficialidad estaba “tocado” por los rebeldes, y remoloneaba para dar tiempo a que se efectuaran los embargos. Al fin Dix, furioso, envió el 29 de Enero una serie de telegramas ordenando a sus agentes destituir en el acto a los oficiales obstruccionistas. En uno de ellos, dirigido al que se encargaba del cutter “Robert Mcclelland”, sito en New Orleans, acababa estallando: “Y dispare de inmediato sobre cualquiera que intente arriar la bandera de los Estados Unidos”.

Estos telegramas fueron interceptados por los vigilantes secesionistas, y sólo se salvaron finalmente los cutters “James C. Dobbin” (con base en Savannah, Georgia, donde en cambio fue embargada la goleta del Coast Survey Department “Gallatin”) y “John Appleton” (que casualmente tenía su base en Key West, Florida, justo bajo los cañones de Fort Taylor). A cambio se perderían también los “Lewis Cass” (Mobile/Alabama), “Morgan” (Biloxi/Mississippi) y “Washington” y “Robert Mcclelland” (ambos en New Orleans/Louisiana).

Pero después, y con curiosa miopía en gentes tan acostumbradas a abusar del jingoísmo en su propaganda, los secesionistas publicaron el telegrama antes citado, tratando con ello de exponer la “brutalidad norteña”. Y como deberían de haber supuesto, su texto fue acogido con orgullo y entusiasmo por las masas norteñas, que estaban hambrientas de un poco de autoestimación nacional, y entre las que se hizo muy popular bajo el nombre de “Telegrama De La Bandera”.

Pocos más preparativos hicieron el Norte en aquel mes de Enero. Los generales Scott y Wool hubieron de limitarse a encomendar la reorganización de las milicias del Distrito Federal al Capitán de Intendencia Charles Pomeroy Stone, destinado en la capital. (Por otro lado era una labor inaplazable en los tiempos amenazadores que corrían. En efecto, y dado el origen del grueso de la población de Washington, la mayoría de las unidades de la milicia oscilaban entre ser simpatizantes del Sur y francamente secesionistas. Sería necesario reorganizar a fondo varias de ellas, creando una nueva agrupación en batallones)

Y no es que ambos generales no estuvieran suspirando por reforzar los fuertes Sumter y Pickens pero no lograban materializar sus planes, parte por la “timidez” del Presidente Buchanan, parte por las interferencias del nuevo Secretario de Defensa, Postmaster Holt, que aunque lleno de buenas intenciones era un perfecto entrometido.

James Buchanan

Así, si bien en cuanto el “Brooklyn” hubo regresado de su singladura a Florida, ellos lo cargaron con los 200 reclutas mejor entrenados, dispuestos a reenviarlo hacia el Sur para que reforzara Fort Pickens, Holt se interpuso, exigiendo que se emplearan en ello hombres más veteranos y la determinación, de cuáles iban a ser éstos, retrasó la nueva operación por semanas. Para cuando el “Brooklyn” zarpó al final, eran los últimos días de Enero, y lo que transportaba era una Compañía de artilleros sin cañones, (Compañía “A” del 1º de Artillería), mandada por el Capitán Israel Vodges. Y, como entre tanto las primeras unidades del Escuadrón del Golfo ya habían acudido al escenario de la crisis, no zarpó solo. Le acompañaba en su singladura el sloop “Macedonian”.

Esa misma disponibilidad de más buques hizo que Scott y Wool prepararan para fin de mes un nuevo plan de refuerzo a Fort Sumter, en el que los buques habían de abrirse paso a cualquier precio. Pero éste fue vetado por Buchanan, y no sin justificación. La situación política era tan delicada, tanto respecto a los Estados esclavistas que aún no se habían secesionado, como de la propia retaguardia norteña, que podía ser muy arriesgado ponerse en una tesitura que permitiera a los sureños calificar al Gobierno de agresor.

El Presidente James Buchanan seguía siendo un hombre indeciso y falto de ideas, pero iba quedando claro que su apuesta era por el Norte. Así, aquel mismo mes de Enero permitió que Kansas votara al fin su propia Constitución, por supuesto libre, y entrase en la Unión como vigesimocuarto Estado. Y en un destello de energía militar que desde luego no duraría, dio las primeras órdenes para organizar tres nuevos regimientos: los 11º de Infantería, 5º de Artillería y 3º de Caballería.

Pero ponía ahora todas sus esperanzas en el último proyecto de solución pacífica a la Secesión surgido de las Cámaras. Lo apadrinaba John Tyler demócrata moderado de Virginia, que por una larga serie de circunstancias que sería ahora largo relatar, había sido Presidente entre 1840 y 1844, al frente de una Administración Whig. No se le había considerado entonces una lumbrera, pero era el tipo de político cuya honesta torpeza acaba por ser recordada con nostalgia en tiempo de tiburones, y demócratas, republicanos y Whigs le profesaban mucho respeto.

Tyler había reunido en Washington una gran convención de 133 representantes de los Estados, llamada “Asamblea De La Paz”, que intentaba de nuevo hacer que el Sur profundo volviera a la Unión garantizándole la pervivencia de la institución esclavista. Sus conclusiones, publicadas el 4 de Febrero, fueron que debía dictarse una enmienda constitucional que prohibiera al Gobierno Federal intervenir en el carácter libre o esclavista de cualquier Estado o Territorio.

El Presidente entrante Lincoln, que había seguido los debates desde su Illinois, encontró sin embargo la fórmula demasiado humillante para el Gobierno central. Y, no creyendo además que el Sur fuese a aceptarla, se negó a adoptarla remachando: “No se gana nada con adular a la canalla responsable de la actual crisis”.

Su sospecha de que el Sur no iba a aceptar la fórmula de Tyler no podía ser más acertada. De hecho, los secesionistas habían iniciado el mes con las primeras maniobras destinadas a lograr la secesión de Texas, y a la vez, y el mismo 4 de Febrero de 1861 en que Tyler publicaba sus conclusiones, los representantes de los seis Estados secesionados se reunían en Convención en Montgomery (Alabama), con el propósito declarado de dar a luz una Confederación de Estados.

Una carta que tenían guardada en la manga era la forma en que abordaron el asunto de Texas. En el Norte era sabido que, habiendo sido Texas un país independiente durante diez años, y como quiera que ciertos proyectos secesionistas de hacer la guerra a Mexico concordaran perfectamente con los deseos de buena parte de la clase alta lejana que lo componía, el Legislativo de Texas votaría fácilmente un Acta de Secesión. Pero se confiaba en dos seguridades. De un lado, el Gobernador del Estado era una vez más el viejo héroe de su independencia Samuel Houston, que exigía que cualquier decisión del Legislativo contra la unidad nacional fuese sometida a un referéndum popular. De otro, la presencia de casi 2.500 soldados federales, al mando de David Emanuel Twiggs, suponía una considerable “presión silenciosa” para el Acta y el referéndum.

Samuel Houston

De forma que la Unión quedó perpleja cuando, el 1 de Febrero, el Legislativo texano anunció que había aceptado un Acta de Secesión. Pero la perplejidad se convirtió en asombro e ira cuando, a continuación, el Brigadier Twiggs, que había sido ganado por los rebeldes, ordenó a sus soldados abandonar Texas, entregando armas, municiones, edificios y pertrechos a las autoridades del “Estado Soberano de Texas”. (Su propio cuartel general, situado en la histórica Misión de El Álamo, en San Antonio de Béjar, sería enseguida entregado al Coronel de la milicia texana Benjamín McCulloch, un antiguo héroe de los “rangers”).

Con éstos precedentes, se pudo pasar de inmediato al referéndum con la seguridad de ganarlo, y la delegación lejana se apresuró a partir para Montgomery en la seguridad de no perderse muchas sesiones. Mientras, Sam Houston fue declarado incapacitado y sustituido por el Vicegobernador Edward Clark. La secesión de Texas había sido un éxito.

En tanto la Convención de Montgomery, en la cresta de la ola de optimismo creada por este nuevo éxito, ratificaba la Secesión. “La separación es perfecta, completa y perpetua”, se burló Howell Cobb, que presidía la Convención como delegado de Georgia, parafraseando precisamente uno de los textos fundacionales de los Estados Unidos que los secesionistas siempre habían fingido ignorar. (Lo que, por cierto, es una prueba más de que los secesionistas de más alto rango siempre supieron perfectamente que sus alegaciones jurídicas no tenían la menor base)

El 8 de Febrero se adoptó una constitución calcada casi línea por línea de la de la Unión, salvo porque ponía desde luego la soberanía en los Estados, y establecía explícitamente la institución de la Esclavitud. Y el 9, Jefferson Davis, que hasta el último momento había seguido considerándose un hombre del aparato militar, fue encargado de formar el Gobierno Provisional que sería el primero de esta nueva Confederación. La composición de este Gabinete fue la siguiente:

Primer Gobierno Confederado

PRESIDENTE Jefferson Davis (Mississippi)
VICEPRESIDENTE Alexander Hamilton Stephens (Georgia)
SECRETARIO DE ESTADO Robert Augustus Toombs (Georgia)
SECRETARIO DEL TESORO Christopher Gustavus Memminger (S. Carolina)
SECRETARIO DE GUERRA Leroy Pope Walker (Alabama)
SECRETARIO DE MARINA Stephen Russell Mallory (Florida)
FISCAL GENERAL Judah Philip Benjamin (Louisiana)
DIRECTOR DE CORREOS John Henninger Reagan (Texas)

Sólo contenía un auténtico fire-eater, Toombs, contrapesado por la Vicepresidencia de Stephens, tan ajeno al extremismo. En cambio reunía hasta tres ex-Presidentes de Comisiones Permanentes del Senado de la Unión de la última legislatura: el propio Davis (Guerra), Mallory (Marina), y Benjamín (Reclamaciones de Tierras Públicas), Además, dos de sus miembros eran emigrantes nacidos en el extranjero: Memminger (alemán) y de nuevo Benjamín (judío sefardita inglés, aunque nacido en las Antillas). Los secesionistas, que sentían que el próximo paso sería “hacer la corte” a Virginia, jugaban fuerte la baza de la moderación.

Jefferson Davis fue investido a los acordes de “Dixie”, canción del compositor Daniel Emmett, estrenada en New York City en 1859, que iba a ser el himno semioficial de la nueva república. Y su primera bandera sería la “Bandera De Montgomery”: lucía dos anchas bandas rojas horizontales, separadas por una blanca, y un cuartel azul ocupando el extremo superior junto al mástil, tachonado de siete estrellas blancas por los siete Estados de la Convención de Montgomery.

Primera Bandera

Aquí acaba en realidad este tercer capítulo, con la proclamación solemne de una Confederación aún limitada a siete Estados. Pero, antes de pasar adelante, me creo obligado a dar respuesta a una pregunta que yo mismo me hice llegado a este punto, y quizá también el lector se haga. ¿Todo esto por la esclavitud? Y, si así era, ¿por qué no se intentó siquiera aceptar las ventajosas ofertas de Crittenden, Adams y Tyler? Mi conclusión, en lo que pueda valer, es que la esclavitud no fue en absoluto la causa de la secesión.

Desde luego, hubo algunos testimonios de confederados que así lo confirmaron. Como fue el discurso del Vicepresidente Stephens el 21 de Marzo de 1861 en Savannah, “Discurso de la piedra angular”

~”era la gran verdad de que el negro no es igual al hombre blanco, esta esclavitud, subordinación a una raza superior, es su natural y normal condición. Nuestro nuevo gobierno es el primero, en la historia del mundo, basado sobre esta gran verdad física, filosófica y moral”~

Pero como en asuntos históricos se puede siempre encontrar casi cualquier testimonio que se desee, la prueba mas clara es que, si olvidamos algunas salidas de tono sin base de la propaganda fire-eater, la permanencia en la Unión favorecía más a la esclavitud que la independencia sureña. En un Sur independiente, a los esclavos les bastaba cruzar el río Ohio para estar a salvo. Y en el Norte consiguientemente agraviado, las redes de fuga de esclavos no serían ya actividades clandestinas y con aura antisocial, sino empresas nobles, humanitarias y hasta patrióticas a ojos de todos. ¡Aquellas redes se multiplicarían, y las fugas de esclavos podían aumentar diez, veinte o cincuenta veces!

¿Entonces? Pienso que la esclavitud había servido al Sur para diferenciarse y enriquecerse. Y que las clases dirigentes sureñas se habían habituado a ejercer un poder político y social desproporcionado respecto a su capacidad económica. Eso se debía en parte al hábil manejo, como arma política, de la diferenciación causada, por la propia esclavitud. Y en parte a la mucha mayor dedicación a la política del grueso de sus hombres más carismáticos; en el Sur, un joven ambicioso y emprendedor no encontraba apenas más caminos ante sí que éste o el del Ejército, mientras el Norte, en pleno desarrollo industrial y comercial, y con una actividad colonizadora mucho más intensa, ofrecía muchas alternativas.

Pero a la vez, y también a causa de la esclavitud, el Sur había escogido el camino de ser un productor de materias primas. Y a la larga no podía convivir con un país industrial dentro de las mismas fronteras, sin que éste acabara tomando el timón. Para 1860, el momento del relevo en ese timón había llegado, (de hecho más bien con retraso). Y, como tantas veces ha sucedido en tantas partes del mundo, los viejos amos pretendían cambiar las reglas del juego y seguir mandando. En este caso, y como la propia esclavitud había creado una frontera interna, que separaba la sociedad en vías de industrialización de la más tradicional, su solución era dividir el país para conservar el poder en su fragmento.

Naturalmente, esto se hace a veces difícil de ver por la continua presencia de la esclavitud en todo el proceso: como origen desde varias direcciones a la vez, como arma de unos y otros, como chivo expiatorio. Pero recuérdese que, cuando se tocó anteriormente el tambor secesionista, fue en 1830 por una cuestión de aranceles, y en 1850 por la admisión de California. Y debemos pensar que en realidad no se trató de los aranceles en 1830, de California en 1850 o de la esclavitud en 1860. El verdadero nombre del juego era otro. El verdadero nombre del juego era PODER.

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